Brasil busca posicionar sus reservas de tierras raras como un activo estratégico en medio de las tensiones comerciales con Estados Unidos. El país sudamericano, segundo en el mundo en volumen de estos minerales, prepara un encuentro entre el presidente Luiz Inácio Lula da Silva y su homólogo estadounidense Donald Trump, al margen de la cumbre de la Asean en Kuala Lumpur.
La reunión se da tras la imposición de aranceles de hasta 50 por ciento a productos brasileños, medida adoptada por Washington en respuesta a lo que calificó como una “caza de brujas” contra el ex presidente Jair Bolsonaro. Lula confirmó que pondrá sobre la mesa el tema de los minerales críticos, esenciales para sectores como defensa, energía y tecnología. “Podemos discutir cualquier cosa… De Gaza a Ucrania, Rusia, Venezuela, minerales críticos, tierras raras”, dijo el mandatario en Yakarta.
De acuerdo con el Servicio Geológico de Estados Unidos, Brasil posee 21 millones de toneladas de tierras raras, frente a los 44 millones de China, líder mundial en producción y procesamiento. “China ha desarrollado nuevos procesos de separación que nadie en el mundo puede realizar en la misma escala”, explicó Gilberto Fernandes de Sá, especialista de la Universidad Federal de Pernambuco.
Estados Unidos busca reducir su dependencia de China y ha firmado acuerdos recientes con Australia, cuarto país en reservas. Brasil aparece como una alternativa viable. “Es una ventana de oportunidad muy grande para que podamos tener una gran sinergia con Estados Unidos en esta área”, señaló el ministro de Minas y Energía, Alexandre Silveira. El funcionario destacó que las empresas estadounidenses son las principales inversionistas en el estado de Goiás.
A pesar del interés internacional, expertos advierten que Brasil aún no desarrolla aplicaciones avanzadas como la fabricación de imanes o procesos de separación. China, además de ser el principal socio comercial de Brasil, mantiene inversiones en sectores clave como el automotor. Esta relación es observada con cautela por Washington, en un escenario donde las tierras raras se consolidan como un componente central de la geopolítica industrial.






