México logró un avance significativo en el Índice de Atracción de Inversión en el Sector Minero 2024, al escalar del puesto 74 al 49 en el ranking global. El repunte se atribuye principalmente al incremento en su potencial geológico, que pasó de 37.50 a 64.29 puntos, mientras que la percepción política apenas mejoró de 35.02 a 39.78 puntos.
Este contraste refleja una realidad compleja: aunque el país cuenta con recursos minerales estratégicos y una fuerza laboral calificada (posición 12 en disponibilidad de habilidades), persisten preocupaciones entre inversionistas por la duplicidad normativa, la incertidumbre ambiental y la paralización en la entrega de nuevas concesiones mineras. La decisión de no otorgar nuevas concesiones ha generado inquietud en el sector.
A pesar de este entorno, se proyecta una inversión superior a los 8,000 millones de dólares entre 2025 y 2029, con más de 20 proyectos en construcción, principalmente en oro, plata y cobre. Estos desarrollos enfrentan retos logísticos, ambientales y sociales, especialmente en zonas con escasa disponibilidad hídrica.
La regulación ambiental ha endurecido sus requisitos. Las reformas recientes exigen planes de restauración, cierre y post-cierre, así como mayores controles sobre el uso del agua y la protección de ecosistemas. Aunque estas medidas buscan mitigar el impacto de la minería a cielo abierto, han sido señaladas como factores que “crean incertidumbre innecesaria” y “desincentivan la inversión”.
En América Latina, México se ubicó por debajo de Guyana, Chile y Perú, pero por encima de Brasil, Ecuador y Colombia. El desafío será equilibrar su riqueza geológica con un marco regulatorio claro, transparente y predecible.
