Por Dr. Moisés Moreno Medellín
Doctor en filosofía, profesor investigador del Instituto Politécnico Nacional. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores y sus líneas de investigación son el idealismo alemán y la estética.
Actualmente presenciamos el franco y abierto uso de la Inteligencia Artificial (IA) por medio de softwares sumamente simples, pero de muy fácil acceso como el Chat GPT; esta es una herramienta de trabajo de lo más interesante, pues basta introducirle algunas sencillas palabras para que Chat GPT “cree” materiales diversos e interesantes, mismos que van desde un simple reporte escolar, un cuento, novela o hasta un reporte de análisis de riesgo para una industria.
A mi modo de ver, lo más interesante del material “creado” por la IA, es que no se trata de la suma o la edición innovadora de material archivado en la red con anterioridad, sino que consiste en una producción impresionante original y sin precedentes en los archivos de los derechos de autor. En otras palabras, la IA por básica que sea, es capaz de crear material inédito que sin duda desafía a los estatutos más básicos de la originalidad editorial y de los aportes humanos a la cultura.
Tan es cierto lo anterior, que muchas de las más prestigiosas universidades del país (de la mano con la Comisión Mundial de Ética del Conocimiento Científico y la Tecnología de la UNESCO), han empezado a normar el uso de la IA para poder tener certidumbre del “correcto” uso de esta tecnología por parte de los alumnos. Decimos lo anterior ya que, con la IA, los alumnos universitarios como el resto de los seres humanos, se enfrentan a grandes y paradójicos retos académicos y éticos.
Dichos retos deben ser identificados y, sobre todo, legislados para poder asumir una postura ante las futuras problemáticas que se avecinan. Aquí solo mencionaré uno que me parece evidente y que, sin duda, pronto ocupará con gran prioridad al sector industrial: el hecho de que las IA están siendo ocupadas con gran entusiasmo por los alumnos y profesores universitarios, es un problema paradójico, pues podemos pensar que el uso bien dirigido y encauzado por parte de las universidades, llevará a los alumnos a expandir sus horizontes intelectuales y potencializar –para bien– los resultados de sus investigaciones y sus diversos trabajos académicos.
Sin embargo, también existe la posibilidad de que aún con la supervisión enérgica del claustro docente universitario, los alumnos utilicen de manera inadecuada a la IA y caigan en malas prácticas académicas, como el plagio de ensayos y tesis, lo cual solo provocará que su paso por la universidad sea estéril, pues no desarrollarán las habilidades que se esperan de ellos como futuros profesionales de las diversas ramas del conocimiento.
No deseo que se tomen estas líneas como una postura pesimista ante la IA; al contrario, me considero un entusiasta y apasionado del desarrollo exponencial que tienen estas tecnologías, y me ilusiona imaginarme la manera en la que el mundo cambiará gracias a estos avances humanos. No obstante, mi intención fundamental es señalar la posibilidad de que la IA, utilizada en el ámbito universitario, puede llegar a ser contraproducente, puesto que muchas veces los jóvenes no son conscientes de la importancia de, no solo acabar sus estudios universitarios y recibir un título, sino que, con dicho reconocimiento, realmente sean capaces de hacer lo que se espera de ellos en el ámbito laboral y humano.
Si me permiten, digo lo anterior como profesor universitario, pues soy testigo de que cada vez los estudiantes no dominan habilidades básicas de aprendizaje, tales como leer, escribir y contar. Esto hace que me cuestione sobre la pertinencia de que la IA se usada con tanto frenesí en los estudios de nivel superior, pues se corre un riesgo de que no se quiere ver: el hecho de que las universidades permitan, sin darse cuenta, que los alumnos continúen egresando de sus instituciones sin estar realmente capacitados para su incursión a la vida laboral, pues dependen casi totalmente de la IA poder realizar actividades cognitivas básicas.
En otras palabras, el hecho de que las universidades se preparen para implementar el uso franco de la IA en sus programas universitarios, puede resultar en un posible gran problema para el sector industrial, pues en un futuro no muy distante, tendrán la necesidad de incluir en sus organigramas a colabores que estén ya muy habituados al uso indiscriminado de la IA, con la cual pudiera darse la posibilidad de ocultar ciertas deficiencias cognitivo-laborales, sobre todo en el ámbito de las habilidades creativas y críticas.
La posibilidad anterior es, sin duda, un reto, pues no me imagino a un ingeniero industrial que pertenezca al equipo de trabajo de alguna industria transnacional, que no sea capaz de encontrar la “causa raíz” de alguna desviación a un proceso industrial; o a un ingeniero químico que no pudiera encontrar áreas de oportunidad en los procesos industriales que tiene a su cargo, sin la ayuda, o mejor dicho, sin la dependencia del uso de IA.
A manera de conclusión, el uso de la IA vislumbra un mundo esperanzador para el ser humano, esto en un sentido optimista, que potencialice las capacidades para el bienestar de la sociedad, pero esto solo se puede lograr si nos aseguramos de que desarrollemos toda nuestra capacidad creativa y cognitiva. Es decir, solo si las personas son capaces de pensar y hacer su mundo (su trabajo) por sí mismos, podrán usar la IA, mas no depender de ella para potencializar los resultados de su vida laboral.
Sin duda, la universidad es el mejor momento para lograr que los jóvenes profesionistas se incluyan en la dinámica social como seres libres que piensan por sí mismos, lo cual les permitirá usar las nuevas herramientas de nuestro tiempo (IA), mas no correr el riesgo de enfrentarse a la posibilidad de convertirse en autómatas que solo son un medio entre la tecnología y el mundo.
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