Por: Dr. Moisés Moreno Medellín
Doctor en filosofía, profesor investigador del Instituto Politécnico Nacional
De antemano, el título de este comentario parece controvertido y casi ilógico. Hoy en día, decir “industria” es sinónimo de capitalismo exacerbado; lo que, a su vez, nos lleva a pensar en una profunda injusticia social donde el gran beneficiado, en todos los aspectos posibles, es el dueño del capital, mientras que el oprimido y la víctima permanente, siempre es aquel que presta sus servicios o su fuerza laboral a los intereses particulares de un ser (físico o moral), mismos que no siempre coinciden con los de dicho prestador de servicios laborales.
Es importante enfatizar que no debemos perder nunca de vista el que las industrias son entidades cuyo principal objetivo es convertirse en el mejor negocio posible; es decir, sus actividades se encuentran direccionadas en generar la mayor cantidad de dinero para la empresa que genera la actividad industrial.
No obstante, y aunque parezca paradójico, el sector industrial es el que actualmente genera la mayor cantidad de empleos efectivos, cuya principal característica es brindar a sus colaboradores una real y contundente certeza laboral, que se puede constatar en un esquema de contratación muy superior a lo exigido por las leyes nacionales e internacionales.
Con lo anterior, me refiero a contratos permanentes, salarios bastante superiores a los ofrecidos en el mercado laboral, seguro de gastos médicos mayores (con pólizas increíblemente mejores a las que cualquier particular puede adquirir en el mercado de seguros), fondo de ahorros, transportación, capacitación laboral continua (de calidad, lógicamente encausada al cargo que se desempeña, pertinente, ¡gratuita!) y una real posibilidad de crecimiento, tanto laboral como personal, misma que apunta a recuperar la idea de “carrera profesional”.
Tristemente, esa idea se había o se ha desvanecido en el mundo laboral, pues ya casi en ningún centro de trabajo, los colaboradores encuentran las condiciones de estabilidad laboral que les permita considerar esta importante posibilidad.
Podemos plantear una pregunta sobre este fenómeno: ¿por qué el sector industrial ha tomado como prioridad el brindar a sus colaboradores una certeza laboral tan impresionantemente superior a la que ofrecen los demás sectores económicos? La respuesta a esta pregunta es amplia y multifactorial, pero pienso que no es equivocado afirmar que las industrias se han dado cuenta de que, al ofrecer excelentes condiciones laborales, se encuentran ante la posibilidad de contar con excelentes colaboradores.
Esta posibilidad, sin duda, garantiza el éxito de sus objetivos empresariales, tales como un mejor y cada vez más exitoso modelo de negocio (mayores ganancias), excelencia en la calidad de los productos ofertados y un auténtico compromiso social. De manera sencilla podemos decir que las industrias han optado por invertir fuertemente en sus colaboradores, porque solo contando con personal altamente calificado, pueden llegar a su objetivo de incrementar sus ganancias al comercializar diversos productos que cuentan con una calidad enorme, y así poder contribuir al bienestar social.
Aunque la respuesta que acabamos de ofrecer pudiera parecerle bastante simple a más de una de las personas que amablemente se encuentran leyendo estas líneas, a mi juicio no es así, pues en la fórmula antes dicha, se encuentra el anhelo más básico del liberalismo económico, expuesto originariamente por el filósofo escoces Adam Smith, el cual centró toda su teoría económica en una categoría que denominó el “interés particular”.
Esta pretendía confiar en que cada persona que participara en las actividades económicas de una sociedad estaba interesada en conseguir sus anhelos particulares; y esto, al convertirse en una actitud común a todos los integrantes del mercado, garantizaba la obtención del bienestar social. Lo anterior pudiera parecer lejano a nuestra actual realidad en el mundo laboral de las industrias, pero no lo es, ya que, a mi modo de ver, el interés particular es ser un negocio exitoso, para lo cual han optado por invertir en sus colaboradores, a quienes se les exigirán los mejores resultados posibles, en función de sus responsabilidades específicas.
Y de igual manera, los colaboradores que cumplan con los requerimientos industriales para formar parte de su equipo de trabajo, encontrarán las condiciones de posibilidad para poder realizar su interés particular, que puede consistir en un desarrollo integral de su persona en los ámbitos económico, laboral, profesional, tecnológico e incluso familiar; por lo que, difícilmente, el colaborador que tenga acceso a estas ventajas, perderá la oportunidad de desarrollarse en este inteligente y eficiente mundo laboral.
No quiero correr el riesgo de parecer ingenuo ante los ojos de los lectores de estas líneas, sé que no vivimos en un mundo perfecto donde esté garantizado (por lo menos de manera sensata) el bienestar laboral. Por tal motivo, quiero mencionar una pequeña desventaja de lo que hasta ahora he expuesto: ésta consiste en que la certeza laboral ofertada por las industrias solo le es dada a las personas que son capaces de ofrecer una excelencia laboral realmente comprobable, fruto de una autoformación integral y de la disciplina personal que, tristemente, no son fácilmente identificables en la oferta laboral.
En otras palabras, el problema de la certeza laboral en la industria es que esta no es para todos los trabajadores, pues se encuentra limitada para aquellos que, en el momento preciso, pueden demostrar el hecho de ser la mejor opción para asumir las responsabilidades que exige este competido, e incluso voraz, mundo laboral.
Lo anterior, a mi parecer, lejos de ser considerado como una injusticia provocada por estructuras sociales inamovibles (como tristemente se toma con cada vez mayor fortaleza y certeza), debería ser un motivo de desarrollo personal para los futuros profesionistas que deseen incorporarse a las filas de las industrias serias, que ofrecen la certeza laboral que he mencionado en el presente escrito.
En otras palabras, los beneficios económicos que ofrecen las industrias son un gran incentivo para que los jóvenes se motiven a desarrollar perfiles laborales que realmente interesen a las y los responsables de recursos humanos de las industrias, para que sean incluidos en las filas de colaboradores de estas empresas.
De manera sencilla me atrevo a decir (y ojalá que algunos de mis alumnos se encuentren leyendo esto) desde el punto de vista laboral y profesional, que lo mejor que le puede pasar a los futuros profesionistas es colaborar en una industria seria que se preocupe, con hechos reales (certeza laboral traducida en bienestar económico y personal), de sus colaboradores. Sin duda, vale la pena esforzarse por llegar a las calidades profesionales que exigen estos puestos.
Para fortalecer lo que acabo de afirmar, basta comparar las condiciones laborales ofrecidas en otros sectores económicos para valorar la preocupación laboral (y a mi juicio ético) que tienen las industrias hacia sus colaboradores. Por ejemplo, la educación superior en México, tanto en el sector público como en el privado, se encuentran claramente distantes de la certeza laboral industrial que hemos mencionado.
Esto es claro, ya que, en el primer caso, el paternalismo laboral y un sindicalismo claramente decadente, se mezclan para aletargar y frenar el desarrollo de muchos de los colaboradores de las universidades públicas, lo cual tiene como consecuencia que demasiadas personas que trabajan en este sector económico, no encuentren un lugar adecuado para desarrollarse económica y profesionalmente; sufriendo así una maquiavélica infravaloración económico-laboral, que se justifica con la esperanza de que pronto (quién sabe cómo ni cuándo), alguien creará una política pública que mejore integralmente la condiciones laborales de todos los que trabajan en este sector.
En el segundo caso, las cosas no son mejores, pues a pesar de que en este sector se esmeran por ofrecer “mejores” salarios a sus colaboradores; su franco interés por negar o aminorar las relaciones laborales con sus colaboradores, los llevan a generar una incertidumbre laboral enorme, al grado que los que trabajan en estos lugares, difícilmente pueden hacer planes a futuro, lo que acaba con el interés perenne de una mejora continua e imposibilita el desarrollar un sentido de pertenencia laboral, que es una pieza fundamental para un correcto desarrollo de cualquier trabajador.
Así, para finalizar mi comentario, pienso que el esfuerzo que hacen las industrias para brindar una sólida certeza laboral a sus colaboradores, no solo contempla la importancia económica que tiene repercusiones directas en la productividad de las empresas, sino que, además, en el fondo o principalmente, dicho interés tiene una raíz ética con centro en el desarrollo integral de la persona. Y con él, un crecimiento social donde lo “humano” adquiere mayores alcances y nuevos significados.
La certeza laboral ofrecida por la industria es, sin duda, un ejemplo de bienestar y desarrollo a lo que todos, tanto los diversos sectores económicos como individuos que buscan desarrollarse personal y profesionalmente, deberían y deberíamos tener acceso y aspirar; pero, sobre todo, fomentar, valorar y desarrollar.
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